jueves, 30 de diciembre de 2010

Etapa 5: Amenal - Santiago de Compostela: el abrazo al Señor Santiago

Nos sorprendió la amabilidad de la camarera del Hotel Amenal, donde hicimos noche. Un exquisito Cordon Blue y un delicioso tiramisú casero nos sirvieron de cena. Charlando con ella le contamos que íbamos a salir la mañana siguiente muy temprano y se comprometió a dejarnos en recepción un desayuno para que no saliéramos en ayunas hasta el primer bar, una hora larga más allá pasado Lavacolla.

Como el despertador estaba programado a las 5.45 nos acostamos muy pronto. La temperatura era adecuada, la cama quizá la más cómoda de todo el Camino, pero sin embargo dormimos mal. Serían los nervios previos a la entrada en Santiago. De hecho a las 5.45 no sólo estábamos levantados y vestidos sino que habíamos dado cuenta de los zumos, Colacaos y trozos de tarta de Santiago que habían dejado para nosotros en recepción.

Bien abrigados y con los frontales de luz arrancamos nuestra etapa al pie mismo del hotel que nos había alojado. Una larga subida hasta Cimadevilla rodeados de oscuridad, oscuridad y oscuridad. Seguimos con la misma tónica, pero con una subida menos pronunciada hasta alcanzar las pistas del Aeropuerto de Santiago. Cuando rodeábamos la pista, el primer vuelo de Iberia con destino a Madrid despegó con su enorme estruendo. Alcanzamos la conexión con la autovía de Lavacolla y allí nos cruzamos con un peregrino coreano que también venía andando de noche. Su ritmo era muy lento y cojeante por lo que decidimos dejarle atrás.

Cruzamos, asustados varias veces por perros de ojos brillantes en la oscuridad, los pueblos de San Paio y Lavacolla. Y junto a su Iglesia, tomamos el primer tentenpié del día en el sucísimo bar Botana. Al salir del bar nos encontramos con la pareja de peregrinos que ayer dejamos dudando si dormir en Amenal o en Lavacolla. Durmieron aquí y el exceso de kilometraje y no haberse preparado en absoluto (eso nos dijeron) les tenía roto. Comienza a llover con fuerza y ellos deciden refugiarse en el porche de una casa de las primeras cuestas del Monte del Gozo.

La subida se hace durísima, porque lo es, pero la lluvia termina de complicarla más. Amanece poco a poco por lo que ya no necesitamos la luz portátil, pero el agua no da tregua. Llegamos empapados a la primera cima, junto a la TVG y el Camping San Marcos, pero hasta llegar a la segunda cima, el agua todavía arrecia más.

Junto al fantasmagórico complejo del Monte del Gozo vemos un cartel que indica 4,7 kilómetros para la Catedral. Nuestro ánimo se viene arriba. Quedan unos minutos para las 10 e incluso parece que llueve menos. Decidimos no parar. Comemos sobre la marcha unas barritas de chocolate y caminamos la larguísima e interminable entrada a Santiago. Vueltas y más vueltas, pasos de peatones, coches, lluvia, gente... Pero ni rastro de las torres de la Catedral.

De pronto antes de tomar la Rua de San Pedro, al fondo aparecen los pináculos del Obradoiro. Sigue lloviendo pero da igual, sigue el ruido, pero da igual; siguen los dolores en las piernas y en la espalda pero da igual. Parece que tenemos alas y corremos por las calles antiguas de la ciudad. La Porta del Camiño, la Plaza Cervantes, la Calle de la Inmaculada, la plaza de las Quintanas...

Bajamos rápidamente a la oficina de Acogida del Peregrino para sellar nuestras credenciales, conseguir nuestra Compostela y dejar en la consigna las maletas. La TVG nos hace una entrevista. Y rápidamente volvemos hacia la Catedral para asistir a la solemne procesión de la festividad de la Traslación del Apóstol. Vemos volar el Botafumeiro sobre nuestras cabezas y asistimos a la Misa de Peregrinos. Al terminar esta contemplamos al Apóstol en el altar, al del Maestro Mateo del Pórtico de la Gloria. Ganamos nuestra indulgencia plenaria, y al salir de nuevo a la Plaza del Obradoiro, ahí empieza el Camino de verdad. Todo lo que hemos pensado y propuesto en estos días debe comenzar ahora.

Cuenta la leyenda que hay una sombra que acompaña al peregrino durante el largo viaje del Camino de Santiago, y que, aun sintiendo su presencia en las etapas mas duras, solo hay un lugar donde el caminante puede encontrarse con ella. En la plaza de la Quintana y cuando el sol no alumbra, aparece "El Peregrino Escondido". A partir de ese momento, acompañará al caminante en el resto de las rutas de su vida, guiándolo por el camino correcto.

1 comentario:

  1. Carlos e hijo, muchísimas gracias a los dos...
    Habéis llevado a Santiago nuestros deseos y anhelos. Lleváis hacia Pamplona, las alforjas llenas de amor, de paz y de felicidad. Repartirlas por el mundo.
    Yo hice el camino en el anterior año santo y, la verdad, nunca olvidaré esos días.
    Abrazos y viva er Beti, que este año, sí... Volvemos, tiembla Europa.

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